Hola a todos, os habla Senpai y no, hoy tampoco es la reseña de una novela, seguiré hablándoos de la Caza, hoy de su segunda temporada, llamada «La Caza. Tramuntana». Aclarar que esta segunda temporada no está basada en ninguna novela, pero sigue siendo el mismo autor Agustín Martinez quien escribió el guión, por tanto, podemos considerar todo lo acontecido con la trama y los personajes como canónico. Esta segunda se grabó en 2020, con todos los impedimentos del Covid, y fue finalmente emitida este 2021.
La serie inicia con el brutal asesinato de Bernat Cervera delante de tres de sus alumnas del coro, tras esto, otro de los muchacho muy relacionado con Bernat desaparece y es aquí donde entra en acción la agente Sara Campos. Julia, Bela y Samiah, las muchachas que presenciaron el asesinato, parecen ocultar algo, y poco a poco las pistas conducen a algo mucho más grande, algo relacionado con el pasado de la propia Sara.
La trama entremezcla el caso inicial, donde se investiga el asesinato de Bernat Cervera, y un caso que sucede varias semanas más adelante, que es la propia desaparición de Sara Campos, llevada a cabo por el Sargento Selva que la está buscando. Es así como el espectador sabe durante toda la serie que algo malo le va a pasar a Sara y se mantiene una tensión constante sobre el qué será y cuándo pasará.
La serie vuelve a estar protagonizada por Sara Campos (Megan Montaner) y el cabo Víctor Gamero (Alain Hernández), a los que se suma como el sargento Ernesto Selva (Félix Gómez), un personaje carismático y desaliñado que consigue ganarse el cariño del espectador. Se suman a ellos personajes del nuevo elenco, Cati Trias (Sara Rivero), Madó Teresa (Llum Barrera), Julia Reig (María Mercado), Bela Lebedev (Zoe Stein) y Samiah Chrérif (Nadia Al Saidi), vuelve a aparecer Caridad (Beatriz Carvajal), y conocemos al propio padre de Sara, Ángel Campos (Tristán Ulloa).
En esta segunda temporada, al haber dos casos abiertos, la estructura no se basa simplemente en señalar a un posible culpable, sino que van abriendo frentes. Inicia con el asesinato del un hombre y se llega a desentrañar una extensa red de postitución de menores, y a cada cosa que se revela, más terrible es, por lo que trata temas muy complejos como la violación, el abuso, y el como las víctimas sobrellevan estos hechos. Hay un mensaje que se quiere dejar claro y me parece muy importante, y es que las víctimas no son las culpables de lo que les ha sucedido, no importa como vistieran, no importa que aceptaran una copa de más, los únicos culpables, son los abusadores.
Me pareció muy interesante también cómo decidieron escoger a tres muchachas que vienen de familias desestructuradas y muy diferentes, y con un único nexo en común, se criaron juntas en el Lluc, un lugar de crianza para niños sin hogar o familia. Se transmite muy bien la impotencia que sienten estas chicas ante lo que les ha pasado, pues al no tener una familia de verdad, al ser niños que nadie quiere y a quien nadie importan, sienten que su palabra no tiene ningún peso, que merecen lo que les sucede. La serie explora así lo importante que es la crianza, el apoyo y la comprensión de una familia durante la adolescencia, y la diferencia de voces dependiendo del entorno social.
Otro punto a favor de esta temporada es que conocemos los huecos que nos faltaban rellenar sobre el pasado de Sara Campos, ahora sabemos de dónde vino, y de qué clase de entorno provenía. Por lo que para mí, esta temporada está mucho más completa que la anterior, la cual se centraba más en el caso de la desaparición de las dos niñas, aquí se da mucho más contexto a la protagonista sin dejar de lado a ninguno de los secundarios.
Sobre las personas que resultaron estar detrás de este lugar donde se llevaban a cabo los abusos contra menores, llamado Can Falgueres, aunque hay ciertas pistas, sigue siendo difícil discernir quién o quiénes son los verdaderos culpables, por lo que en ese aspecto la serie también te mantiene en vilo hasta el final. Y no solo sobre quién está detrás de Can Falgueres, sino de lo que le haya podido pasar a Sara para que nos digan en el primer capítulo que ha desaparecido. Me gusta mucho el hecho de que los malos no son psicópatas, sino gente normal, vecinos del pueblo, gente con la que sales a cenar de vez en cuando… y eso es lo que da realmente miedo, que gente normal pueda llegar a cometer aberraciones de ese tipo.
El paisaje esta vez nos trae a las Islas Baleares, concretamente a la sierra de Tramuntana, situada al noroeste de la isla de Mallorca. Como dato, el paisaje cultural de esta sierra fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2011. No es tan mágico como en la anterior temporada, no destacan tanto los bosques y las montañas y ese elemento natural se ha perdido en parte, pero no deja de ser un paisaje evocador.
Como conclusión, me ha parecido una segunda temporada y de cierre redonda y mejor que la anterior, con un caso mucho más impactante y una mayor profundidad de sus personajes. Además, el caso parece recoger cierta inspiración del caso de las niñas de Alcàsser y del caso del Bar, que sucedieron en la realidad y que no debemos olvidar. Al final, me quedo con una frase terrorífica y muy real de Ángel Campos, el padre de Sara “no importa donde vayas, siempre hay un Can Falgueres”.
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